jueves, 13 de mayo de 2010

"Caí como una mula tonta a cambio de nada"


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EXPERIENCIA. MADELÍN BOOM, DE 28 AÑOS, PIDE A LOS JÓVENES NO CAER EN LA TRAMPA
Ramón Urbáez
Santo Domingo

El vuelo salía sin retraso a las 5:15 de la tarde. Madelín Boom, residente en Nueva York, había chequeado sus maletas una hora y media antes. Todo parecía tranquilo. Pasó los controles de Migración y estaba serena en el área de abordaje, leyendo una revista sentada en un sillón de vinil.

Sumergida en la lectura, sintió una mano que le tocó suave en el hombro. “Párese, tenemos que chequearla, usted tiene un perfil sospechoso”. Era una agente de seguridad, acompañada por dos miembros de la Interpol. La mujer entró con ella en una pequeña sala y la obligó a desnudarse.

Le encontraron entre las piernas un kilo de heroína fraccionada, adherido en su parte más íntima, con un pañal desechable de adulto. “¡Ay, yo pensé que me iba a morir! Sentía que la tierra se desmoronaba bajo mis pies. Fue horrible. Yo decía, ¡Oh Dios, en la cárcel! Yo estaba como en shock. Nunca antes había estado en una prisión, ni siquiera de visita”.

Madelín revela que no sabe lo que pasó, ni siquiera hoy se imagina por qué la revisaron si ya estaba casi en el avión. Es posible que chequearan lo rápido del viaje, porque vino de Nueva York el día anterior sólo a buscar la droga.

“No pensé que me podía ocurrir esto, era como una pesadilla, la primera noche en una pequeña celda de la DNCD amanecí llorando, desconsolada, con los ojos hinchados. Sólo pensaba en mi hija, con apenas cuatro años, y yo presa por cargar drogas”.

Una más Hace dos años y tres meses que Madelin, de 28 años, es una más entre 293 prisioneras que cumplen condenas o esperan juicio en la cárcel de mujeres de Najayo, San Cristóbal, casi todas por violación a la ley de drogas. Nació en el barrio María Auxiliadora de la capital dominicana, y siendo aún una niña sus padres la llevaron a Nueva York. “Allí conocí a esa gente que me pintaron pajaritos en el aire y me dijeron que no me preocupara, que todo estaba arreglado y que no me pasaría nada”.

“Como le digo, yo no pensaba que me iban a coger. Yo estaba segura de que yo pasaba. Porque esa gente a uno le dice que usted va bien preparada, que no le va a pasar nada, y yo me confié de eso”.

Ella justifica que se decidió a llevar la droga urgida por problemas económicos. Era madre soltera y necesitaba dinero para ella y su hija, aunque también --reconoce-- que se dejó llenar los ojos y el corazón de ambición, cuando le ofrecieron 10 mil dólares por un solo viajecito. “Si me va bien en este viaje y hago dos o tres más, puedo guardarme un buen dinero”, pensó.

La familia duele Dentro de la prisión, Madelin no pierde su sonrisa fácil, ni su espontaneidad al conversar, y cuenta con humor su historia, pero de vez en cuando cambia su semblante y afloran las lágrimas cada vez que se toca el tema de su hija y su familia. “Ay, mi niña me necesita, mi tía y mi abuela me la traen a veces, pero ella sufre mucho porque yo estoy aquí adentro. Mi niña me lo dice llorando cada vez que la llamo por teléfono”.

Lo que más le duele, afirma, es lo que la niña pueda pensar de ella, la idea que pueda tener de que su madre está presa por drogas. “Y yo que pensé que haciendo eso buscaría el bienestar de ella, y mira el daño que le he hecho. Me hicieron venir desde Nueva York, me pagaron el pasaje y me adelantaron algo para el viaje”.

En una residencia de la zona Oriental (en esta parte de la ciudad es donde más se cargan las “mulas” que llevan drogas al exterior, debido a su cercanía con el aeropuerto Las Américas) le entregaron la mercancía y le explicaron cómo debía distribuirla para adherírsela en medio del lugar donde le nacen a uno las dos piernas. “La tenía bien escondida, pero no sé que pasó, ellos dijeron que debían registrarme porque mi perfil era algo sospechoso, y sin mucho esfuerzo me encontraron el paquete de heroína”.

“El primer día creí que era una pesadilla y que pronto iba a despertar... Pero sólo veía esas paredes sucias y sentía ese hedor a orines en el ambiente. Estaba mal, muy mal. Es en un momento así cuando la persona descubre lo grande que es la libertad”.

Gran experiencia Aunque ha sentido que en la cárcel no le ha faltado nada, ni su familia la ha desamparado, la convicta se queja de que la persona que la metió en el lío no la haya ayudado. “Se desaparecieron cuando caí presa, y fue un año después que me mandaron a decir que me ayudarían algo”.

En la carcel de Najayo, del nuevo modelo penitenciario, Madelin dice que ha aprendido muchísimas cosas, tantas cosas que le resulta casi imposible creerlo. “Creo que lo que no aprendí en toda mi vida hasta los 24 años cuando caí en prisión. He madurado como mujer, ahora sé valorar a mi hija, a mi familia y a mis amigos”.

Dice que para ella, como para sus compañeras de prisión, su mayor sufrimiento es no ver a sus hijos ni a su familia. “Es como una daga clavada en lo más profundo del alma, pensar que dejaste a una niña de cuatro años y que ahora tiene ocho, y no sabes cómo piensa ni cómo va reaccionar cuando salgas de aquí, ni cómo te va ha recibir. Eso es muy doloroso”.

“Cada vez que llamo por teléfono me dice que quiere verme. Usted, no sabe periodista, lo que se sufre por eso”. Y salen otra vez las lágrimas.

El reintegro “¿Qué voy a hacer cuando salga? Muchas veces lo pienso y me da miedo, porque no se cómo la gente que me conoce me verá en lo adelante allá afuera. Pero estoy segura que lo primero que haré será correr como una loca, sentir la brisa que me golpee la cara, y si llueve que me caiga el agua encima, ver las flores, las plantas, la gente moverse, sencillamente volver a ver la vida allá a fuera, hermosa y vibrante, como la veía antes de caer presa”.

Lamenta que cayera como una estúpida, “como la más tonta y estúpida de las mulas, que dan su libertad a cambio de nada, porque no hay dinero que cueste estar allá afuera con su familia”.

Que piensen bien Pide a sus amigos y a otras personas que se arriesgan como lo hizo ella que no se dejen engatusar, que no caigan en esa trampa, porque te parece delicioso, aventurero y hasta placentero, según lo pintan los traficantes. “Ellos se ganan la tajada, ellos disfrutan del dinero de su droga, te brindan buenas comidas en finos restaurantes y te hospedan en hoteles de lujo, pero eso es para ablandarte, para que creas que eso lo podrás hacer siempre si le cargas las drogas a ellos”.

Pero la realidad es otra, una realidad dura, porque lo que dan son migajas, que te dejan con tus mismos problemas y un gran remordimiento moral, y eso a cambio de tu libertad y de tu vida, porque estar aquí es prácticamente perder tu vida. ¿Crees que vale la pena hacer eso?

UNA REHABILITACIÓN CASI INFALIBLE Yadira de los Santos, subdirectora de Seguridad de la cárcel Najayo-Mujeres, dice que del grupo de 293 prisioneras, la mayoría han sido confinadas por delitos de narcotráfico. Hay varias extranjeras, principalmente holandesas, que han venido al país para llevar drogas a distintos países, siendo apresadas en los aeropuertos. Algunas colombianas, españolas, puertorriqueñas y venezolanas.

El nuevo modelo penintenciario de la República Dominicana recibió recientemente la medalla de “La Excelencia” de Naciones Unidas, lo que califica el conjunto de las 13 cárceles modelos que hasta ahora tiene el nuevo sistema, como el mejor de toda América Latina. En Najayo solamente dos mujeres han regresado como reincidentes de más de 400 reclusas que han pasado por el centro desde su fundación.

La oficial De Los Santos afirmó que lo principal es el respeto a los derechos de las mujeres, la disciplina y el cumplimiento estricto de todos los requisitos y reglamentos de la prisión.

“Nadie se resiste y se opone a que lo traten bien, a que lo consideren como personas y les den un trato humano, sin importar el delito que haya cometido”, expresó De Los Santos. Con cinco años de experiencia, la subdirectora de Seguridad señala que la rehabilitación de las reclusas en el nuevo sistema es prácticamente infalible y la reincidencia menos del 2%.

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